miércoles, 2 de mayo de 2012

El Todo. La Sustancia. Verdad Fundamental

«Más allá del Kosmos, del Tiempo, del Espacio, de todo cuanto se mueve y cambia, se encuentra la realidad Substancial, la Verdad Fundamental.»

«Sustancia» significa lo que yace oculto bajo toda manifestación externa, la realidad esencial. «Substancial» significa actualmente existente, el elemento esencial, el ser real. «Realidad» significa el estado del ser verdadero, real, eterno, permanente, fijo.


Más allá de toda apariencia externa o manifestación debe haber siempre una realidad substancial. Esta es la ley.

El hombre al considerar y examinar el universo, del cual es una unidad, no ve otra cosa que un cambio continuo en la materia, en las fuerzas en los estados mentales. Ve que nada es realmente, que todo se transforma y cambia.

Nada permanece: todo nace, crece, muere; 

Tan pronto como una cosa ha adquirido su máximo desarrollo empieza a declinar; 

La ley del ritmo está en constante operación; 

No hay realidades, nada firme, nada duradero, fijo o substancial, nada permanente, todo es cambio

Todas las cosas surgen y evolucionan de otras cosas. Hay una acción continua que es seguida siempre de su reacción correspondiente; todo fluye y refluye, todo se construye y derrumba, todo es creación y destrucción, vida y muerte. Y si el hombre que tal examen hace y tales cosas ve fuera un pensador, comprendería que todas esas cosas en perpetuo cambio no pueden ser sino simples apariencias externas o manifestaciones de algún poder que se oculta tras ellas, de alguna realidad substancial encerrada en las mismas.


Todos los pensadores, se han visto obligados a afirmar la existencia de esta realidad substancial. Todas las filosofías se han basado en esta idea. Los hombres han dado a esta realidad substancial muchos nombres: algunos la han denominado «Dios», otros «Divinidad Infinita» y «Eterna Energía», «Materia», etc., pero todos han reconocido su existencia. Es evidente por sí misma. No necesita argumentos.

Ese poder que se oculta tras todas las manifestaciones, la realidad substancial, se conoce por su nombre hermético del TODO, cuyo término parece es el más amplio de los que puede emplear el hombre.

La naturaleza íntima del TODO es incognoscible. 

Nadie, excepto el TODO mismo, puede comprender su propia naturaleza y su propio ser.

El que especula sobre ello se encuentra perdido en un laberinto de pensamientos sin salida, y si persiste en su intento acaba por perder toda capacidad para razonar sanamente, hasta llegar a serle imposible la vida. Se encontraría en una situación parecida a la de la ardilla, que en la jaula se pone a girar en su rueda, sin moverse del mismo sitio, continuando tan prisionera como antes de haber comenzado.

Es presuntuoso tratar de atribuir al TODO personalidad, sentimientos, cualidades, propiedades, características y atributos del hombre y más aún asignar malas cualidades, como los celos, la susceptibilidad a la alabanza y a la oración, el deseo de que se le ofrende y se le adore y todas esas otras cosas que nos han legado como herencia de los primeros días de la infancia de la humanidad. Tales ideas no le sirven para nada al hombre desarrollado y acaba por dejarlas a un lado.

Hay ciertas verdades relacionadas con la existencia del TODO, que la mente humana se ve obligada a aceptar. La razón humana, cuyo dictamen debemos aceptar tanto como lo juzguemos conveniente, nos dice respeto al TODO, sin pretender desgarrar el velo de lo incognoscible:

1. EL TODO debe ser todo lo que realmente es. Nada puede existir fuera del TODO, o, de lo contrario, el TODO no sería tal.

2. EL TODO debe ser infinito, porque nada puede existir que defina, limite o ponga restricciones al TODO. 

Debe ser infinito en tiempo, o Eterno, debe haber existido siempre, continuamente, pues nada puede haberlo creado jamás, y algo no puede nunca surgir de nada, y si alguna vez no hubiera sido, aunque sólo fuera un instante, no podría ser. Debe existir por siempre, porque nada hay que pueda destruirlo, y jamás puede dejar de ser ni aun por un solo momento, porque algo nunca puede convertirse en nada. Debe ser infinito en el Espacio, debe encontrarse en todas partes, porque nada existe, ni hay sitio alguno que esté más allá del TODO. No puede ser de otra manera, sino continuo y omnipresente en el espacio, sin cesación, separación o interrupción, porque no hay nada en ÉL que pueda interrumpirse, separarse o cesar en su absoluta continuidad, y nada existe tampoco que pueda «llenar las grietas». Debe ser infinito en Poder, o Absoluto, porque nada hay que pueda limitarlo, restringirlo, confinarlo u obstaculizarlo. No está sujeto a ningún poder, porque no hay otro que el Suyo.

3. EL TODO debe ser inmutable, esto es, no sujeto a cambio en su naturaleza real, porque nada existe que pueda obligarlo a cambiar, ni nada de lo que pueda haberse transformado. 

No puede ser aumentado ni disminuido, ni ser mayor o menor, bajo ningún aspecto. Debe haber «sido» siempre, y debe seguir «siendo» siempre también, idéntico a lo que es ahora: el TODO. Nunca ha habido, ni hay, ni habrá algo en lo que pueda transformarse o cambiar.

Siendo el TODO Infinito y Eterno, Absoluto e Inmutable, debe deducirse que todo lo que es finito, mudable, transformable y condicionado, no puede ser el TODO. Y como nada existe fuera de Él en realidad, todo lo que sea finito debe ser nada realmente. No se preocupen si no entienden, hay una reconciliación entre estos aparentemente contradictorios asuntos que más adelante serán explicados.

Vemos en torno a nosotros eso que se llama «materia», la que constituye las bases físicas de todas las formas.

¿Es el TODO materia simplemente? 

Absolutamente no. 

La materia no puede manifestar Vida o Mentalidad, y como la mente está manifestada en el universo, el TODO no puede ser materia, pues nada asciende más allá de su propia fuente, nada puede manifestarse en un efecto si no lo está también en la causa, nada puede evolucionar o emerger como consecuente si no está involucrado o involucionado como antecedente.

Y además la ciencia moderna nos dice que la materia no existe realmente, sino que es «energía o fuerza interrumpida», esto es, energía o fuerza en un grado menor de intensidad vibratoria. Como ha dicho recientemente un escritor, «la materia se sumerge en el Misterio». Aun la ciencia materialista ha abandonado la teoría de la materia y ahora descansa sobre la base de la «energía».

¿Es pues, el TODO mera fuerza o energía? 

No. La fuerza, tal como la entiendan los materialistas, es una cosa ciega, mecánica, carente de vida o mentalidad. La vida y la mente no pueden nacer de ciega energía, por las razones dadas un momento ya: «Nada puede subir más alto que su propia fuente, nada evoluciona si no ha involucionado, nada se manifiesta en un efecto si no está en la causa». Así que el TODO no puede ser mera fuerza o energía, porque si lo fuera no existiría eso que se llama mente y vida, y ambas sabemos que existen, porque nosotros estamos vivos y estamos empleando nuestra mente en considerar esta cuestión; y en iguales condiciones se encuentran los que afirman que la energía es todo.

¿Que es lo que hay superior a la materia y a la energía, y que sepamos que existe en el Universo?

Vida y la mente son muy superiores a la fuerza puramente mecánica o a la materia, pero no vida y mente finitas, como la conocemos, ¡Vida y mente en todos sus diversos grados de desenvolvimiento!, es más que eso, es mente viviente tan amplia como nosotros podamos concebirla, infinita.

Eso quieren significar las almas iluminadas, cuando reverentemente pronuncian la palabra: ¡ESPÍRITU!.

El TODO es mente viviente e infinita, los iluminados lo llaman Espíritu.

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