viernes, 25 de mayo de 2012

La esencia primordial


 
La esencia primordial guía sutilmente
la expresión activa de la fuerza interior.
Intangible e inefable, contiene todas las formas.
Intangible e inefable, no carece de sustancia.
Oscura y sutil, contiene la semilla del principio vital.
Invariable y veraz, es fuente de confianza inagotable.
A través de los tiempos ha mantenido su pureza,
pues sin cesar recuerda que es origen de todo lo que existe.
Como reconocer la naturaleza original de todas las cosas?
mirando profundamente en mi interior.
Tao Te Ching al alcance de todos.

Cuando actuamos desde el corazón, las tripas y los huesos, dejando de lado los cálculos mentales, estamos siendo guiados por la esencia primordial. La esencia anterior a toda existencia, a toda manifestación de los fenómenos que se pueden ver y tocar. Anterior a toda realidad que podamos pensar, a cualquier imagen que podamos formar. Es la sutileza de la intuición: tomamos una decisión, la llevamos a cabo sin esfuerzo mental y todo sale bien.
Algunos llaman a esto fluir, estar dentro de la Gran Corriente de la vida, no empujar el río o abrirse a las sincronías que suceden continuamente, pero que nos pasan desapercibidas por falta de atención. O tal vez, por estar atentos a una sola cosa. Por estar enfocados en un solo problema, objeto, deseo o persona; en definitiva, en algo que nos obsesiona y absorbe toda nuestra energía.

Cualquier comprensión de la sabiduría perenne, por esotérica, misteriosa o incomprensible que parezca al principio, puede ser formulada con sencillez. Pero para llegar a la máxima simplicidad, a veces se requiere un proceso de máxima complejidad. Al final, todo es muy simple. Tan sencillo como tomar una taza de te humeante en un templo zen de Japón o en una jaima tuareg en el desierto del Sahara. O simplemente en la cocina de cualquier casa de cualquier ciudad occidental. Sin exotismos ni proyecciones. Solo un té, o un café, o una infusión, sorbo a sorbo, sin pensar en el antes o el después.
Y esa taza de liquido, o ese vaso de vino tinto, que te puede tocar, oler, gustar y degustar, deglutir y convertir en nuestra propia sustancia, contiene todo el universo: la tierra que cultivó té, café, uvas o hierbas aromáticas, el agua que las hizo crecer, el sol que las maduró... y toda la cadena de trabajo humano hasta llegar a nuestras manos. No carecen de sustancia, no. Pero su historia es intangible, y el gozo que puede proporcionarnos también. Y mucho más si es compartido. Y también es inefable e intangible lo terapéutico que puede ser -lo curativo, lo sanador-, de soledades, miedos, angustias, desamores y desacuerdos anteriores...
En cualquier cosa, en cualquier persona, en cualquier situación, se halla la esencia primordial. Aquello que lo une todo como un hilo invisible que ensartara las múltiples y variadas cuentas, fragmentos de una Realidad única. El aire que respiramos une a los seres vivos. Los átomos y las ondas unen el cosmos en su totalidad.
Al mirar afuera, con ojos de niño, poeta o místico, lo exterior nos remitirá a nuestro interior como un espejo. Y si miramos profundamente nuestro adentro, encontraremos el universo entero, como un pequeño holograma que lo contiene todo.
A quien le cueste recuperar la mirada del niño, del poeta o del místico que lleva adentro, siempre podrá recurrir a la mirada del filósofo, el científico o del amante. Y hay muchos caminos que conducen a lo mismo: la solidaridad, la belleza, la danza, el cuerpo, la verdadera compasión sin sentimentalismos... Que nadie se quede fuera por cerrar los ojos o taponar los oídos. Aun con los ojos cerrados, aun dormidos, no podemos salir de la esencia primordial.

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