miércoles, 25 de abril de 2012

La esencia original. Lo efímero y lo permanente

Quien realiza su esencia original
halla la plenitud del equilibrio y la serenidad.
 
Música, manjares y festejos
distraen momentáneamente al buscador.
La esencia permanente no aporta placer a los sentidos.
Si se la observa, no puede verla el ojo:
si se la escucha, no puede oírla el oído,
pero nunca la agota quien en ella habita.
 
La esencia original. Una simple expresión que remite al ser, al centro interior, al sí mismo, a la gran Mente, al alma, al espíritu, según la tradición en la que nos movamos o las creencias que profesemos. En cualquier caso, la esencia original no es el pequeño yo, ni el ego, ni la personalidad, ni todos aquellos datos biográficos con los que nos identificamos. No tiene nada que ver con lo que pensamos de nosotros mismos, de los demás y del mundo. No es el carácter que nos hemos ido formando para obtener atención y defendernos del entorno. No son las rutinas adquiridas, las creencias aprendidas, los deseos que perseguimos. Todo ello nos saca de la serenidad y del equilibrio.



En el fondo, cualquier buscador de cualquier tradición solo busca conocerse a sí mismo; es decir, deshacerse de su falsa identidad, que más bien es una pasajera identificación -aunque para muchos dura toda la vida-, para saber quién se es. ¿Quién soy yo? Es tal vez la única pregunta que merece ser respondida. O al menos la única en la que podemos emplear toda la vida. Quien se conoce a sí mismo conoce el universo entero. Tal vez, porque al conocerse uno mismo de verdad, se rompen los límites entre el yo y el otro, entre el sujeto y el objeto, entre el pasado y el futuro. “Yo soy el que soy”, dice Yahvé en la Biblia. El absoluto sin atributos.

Muchos tiran la toalla o pasan sus días angustiados, porque no encuentran razón de ser a la existencia, respuestas a sus preguntas: ¿Por qué he venido a este mundo? ¿Qué sentido tiene todo esto?
Ningún ego puede iluminarse o realizar la esencia original, porque ésta no tiene principio ni fin, al no haber nacido no puede morir. Desde esta esencia, el ego es pura ilusión, una simple creencia, una construcción mental que sirve para relacionarse y actuar en un mundo fragmentado. El ego se alimenta con los sentidos. La esencia original no gratifica. Es neutra. Simplemente ES. Inagotable manantial que no se agota.

Tao Te Ching al alcance de todos. Alfonso Colodrón

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